miércoles, 20 de febrero de 2013
REINA DE LA BELLEZA (REMIX VERSION)
Aparece frente a mí una mujer muy
hermosa. Tiene el cabello rubio hasta los hombros y lleva puesto un vestido
verde que deja al descubierto un par de piernas perfectas. Me pide sin disimulo
que la desvista. Me acerco a ella por detrás, en silencio, y levanto sus ropas.
Encuentro una complicada pieza de relojería en vez de cuerpo y muchos
engranajes y tubos que no imagino para qué podrían servir. Me quedo observando
las piezas: un émbolo dentro de un tubo transparente, una turbina; el cristal,
un ión de torio; las ruedas dentadas, las válvulas. ¿Emitirá radiación en ese
punto en que el calor sea extremo? Le doy la vuelta. Por delante es de una
silicona apretujada que se desliza suave al contacto de mi mano, expandiéndose.
Pregunta si es una mujer y la quiero para mí. La voz es metálica, completamente
interna. No es una muñeca. Es extraña en todos los complejos instrumentos que
encuentro distribuidos.
Pienso por qué levanté la tela la
primera vez, en un simple impulso, la inequívoca sensación de un polvo extragaláctico,
cuando todos estamos conectados como estrellas rojas y nos confundimos en una
galaxia propia, o sólo para mirar. La habitación estaba caliente. En mi corazón
era una habitación llena de abalorios, ropajes, muebles arcaicos, irregulares,
es lo que ven mis ojos. No tiene rostro. La dejo caer en el sofá, donde la he
arrastrado. Me sonríe. Ese rostro sin labios, sin ojos. Quiero ver, ver lo qué
es, ver... Ponle un rostro, me dice ella, ponle el que tú quieras. Estoy solo
en la habitación. En la mesa, tumbada, descansa la mujer desnuda. Construyo una
cara para ella, la dejo salir. Quiero los pómulos altos y una boca hermosa y
cálida, la amplitud de la mirada de un ciervo, los ojos marrones con el nervio
óptico que sujeto a la sustancia sanguínea con cuidado. Suelto el vestido, ella
se da la vuelta para sonreírme enigmáticamente, pero ya no estoy allí. Ella se
desajusta, cada 14 millones de años, una décima de segundo; le incrustarán
láseres y más turbinas. El reloj no es una maquinaria obsoleta. Han pasado
ochenta años desde la construcción del primer reloj atómico; la dinámica del
tiempo impreciso de Einstein. Es su rostro al pasear: como se escurre la lluvia
y yo me empapo por completo. Siempre las mismas caras. Hay montones de ellas.
Montones de vestidos verdes, de bellezas sempiternas y engranajes articulados
en la parte trasera, millares de células que me sirven para terminarlas, y
millares de esas... Muñecas sin cara. En el 2022, me incluyeron en un proyecto
que combinaba la robótica, la estética y la moda, tejidos creados con sangre
que se adherían a la silicona líquida; doscientos profesionales manipulando
máscaras y bocetos; científicos articulando relojes nucleares que luego se
vendían en showrooms de un gótico estrafalario. No quiero contarte que me
amputarán los brazos. No quiero saber que algún día seré como tú y que me
observarán de frente, y por detrás seré una máquina precisa de medición
temporal, no es una pesadilla que pueda borrar de mi mente al despertar y
meterme en la ducha, bajo el agua caliente. Mi amigo me encuentra en estado de
enajenación, mirando hacia la ventana. Todos los perfiles que he construido se
repiten en mis sueños. ¿Hiciste un rostro diferente? Sí.
Versión Original, Alejandro Bentivoglio. Reversionado por Raquel Sequeiro.
Muy bueno.
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