viernes, 27 de marzo de 2020

Vivos

Se puso el traje. Nada de lo que pudiera hacer cambiaría las cosas, era demasiado.El epi estaba, no obstante, en su sitio, caluroso como siempre, benévolo. Y de nuevo los otros cinco minutos parada ahí en la entrada de su casa; las ganas de salir desnuda a la calle. Las ganas de gritar, de romper todo. Pero nada de lo que pudiera hacer cambiaría las cosas.Lo dice en voz alta, lo repite como su mantr. Estira el brazo y abre la puerta, puerta, que, ya en ruinas, no se puede sostener. Cierra los ojos y se ve transportada a un lugar desconocido, lleno de seres de luz, que la invitan a pasear por pasadizos, que no conoce en absoluto. El miedo es una bola quemándole en el estómago. Si tan sólo pudiera abrir los ojos y ver todo aquello que espera ahí para ella, sabría olvidar ese fuego. En la calle nadie camina; ni vehículos ni nadie en ningún lado. Todo es profundamente nada para los que la miran desde lo alto. No saben que los ejércitos de la luz están a su lado. Para todos, en medio de aquel monstruo de concreto, una mujer que avanza en la inmensidad. Sola, indefensa en contra de los batallones del mundo. Un paso. Otro. Y otro. Sale de su hogar a defender a la gente. No le teme a la oscuridad. La noche se abre a su paso. Pero son muchas dimensiones para una sola guerrera. En la Tierra alguien llora, y alguien acaricia su cabello a modo de consuelo.Ya es tarde para salvar a los muertos. Ella buaca la cura en otro sitio. En ese sitio oscuro de sueñoa y pesadillas del que no puede salir desde que empezaronlas alucinaciones.
Cruza los
 pasillos iluminados, los camina una y otra vez porque en lo hondo sabe que es el ligar correcto, el nivel adecuado. Necesario.Entonces el cuerpo es otra cosa,la observan, cómo es que ella se asombra del cambio. Ya nada está lejos, todo es cercanía. El no tiempo, la no muerte. La carne cambia primero por eso mágico y desconocido, eso que podrían todos llamar lumínico. Es el cuerpo,sí, piensa. Sigue siendo el cuerpo.Si todos supieran, piensa.Acá no se precisan trajes, acá todo lo que pienso hacer cambia las cosas.

Cristian Cano y Raquel Sequeiro

domingo, 28 de enero de 2018

La Puerta al Infierno

-Encontré la puerta al infierno -dijo Bruns.
-¿Dónde estaba?
-En el jardín de infantes.
-¿Estaba cerrada?
-No me fijé, había mucho pegote. Ya sabes, tenía dulce en el picaporte, mucho polvo de galletitas, plastilina. La habían marcado con crayones.
-¿Símbolos satánicos?
-Algo sobre ese dinosaurio violeta, el de la televisión. Y algo sobre Bob Esponja, estaba en latín, no pude entender mucho. Hay desapariciones - divagó Bruns-. Y roturas de nariz, magulladuras y algún golpe; lo saben bien los de la Policía científica. Pude ler incrustada la frase Infierno de Nada, bastante borrosa y embadurnada de azucar rosa.
– Vamos, creo que no va a gustarle -dijo Mathews, rememorando la última vez que entró en el infierno con la escolopendra gigante, en aquel lugar donde había cientos de caballitos de madera, dispuestos a arder. El niño de ojos blancos protestó: volverían a pinchar a su precioso caballito.



Alejandro Bentivoglio & Raquel Sequeiro


Caos. Los dragones despistados del sexto piso, cuarta dimensión a la derecha

Nada hay que me de más asco que los ascensores, ni más miedo que las escaleras, ni más pánico que volar. El acueducto queda como a tres mil millas sobre el océano, mi casa es un hervidero de moscas, los ampulosos gritos de mis vecinos me desconcentran, veo la trompa de un elefante asomándose por la puerta, cierro de golpe, y así, de una trompada, comienzo la sinfonía do de re en sol mayor decano primero al cubo cuadrado. En mi planeta lo hacemos así, en los demás el sexo es otra historia. Primero seducen, luego dejan caer alguna lágrima, pomposamente se entregan flores. Ya me derrito entre los burbujones de lluvia y me convierto en soporífero charco, me condenso, y de nube subo al cielo de Los Informes, dragones colosales de diez cabezas. Sólo diez, porque tantos cerebros juntos conforman una desordenada égloga.
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martes, 22 de noviembre de 2016

Ni un paso en falso


Oye un sonido confuso. Podrían ser martillazos, aunque no descarta el paso asimétrico de un lisiado con pata de palo. ¿Y si fuera la respiración de un ser extraterrestre que vive del otro lado del muro? Obdulio Olivares es un hombre temeroso, irresoluto, voluble, ambiguo. Ha vivido a la sombra de su madre inválida hasta cumplir los sesenta, cuando ella murió, y nunca aprendió a ser adulto. Por eso no se anima a salir al pasillo, golpear la puerta del departamento vecino, y preguntar. Lo piensa mucho. Sale, da pasos cortos mirando a todas partes.
-¿Tiene un poco de sal?- pregunta.
El extraterrestre le mira raro. Obdulio se aprieta el cinto y respira fuerte.

El extraterrestre oye pasos, podría ser un lisiado, un enclenque con los pies deformes. En su planeta los ecos son meros sonidos fugaces y los sonidos fuertes le produces oleadas de grandes vómitos.
-¿Sal? Ninguna.

              


                                                                               Sergio Gaut vel Hartman & Raquel Sequeiro

La tormenta

Esteban Moscarda & Raquel Sequeiro

Quinientos soldados han desaparecido. De pronto, de la nada, una tormenta de características inusitadas para nuestra realidad apareció en el horizonte (su cuerpo era gris, con destellos violetas, una lluvia como de algas muy verdes salía de sus ojos), aparcó sobre el campo de batalla (Inglaterra, año 1234, alguna terrible guerra olvidada, algún capricho real, algún príncipe en apuros) y se devoró a los mencionados guerreros. Observo las manecillas del reloj, sentado en la butaca, cerca de la ventana abierta, a punto de dar las doce. Mis manos son casi las de una momia, mis cabellos ralos se caen, mi cabeza es apenas una calavera. Han pasado tantos años… Aún recuerdo lo intenso de la nube que se acercaba; mis miembros ya no responden. 500. Ahora sé que los protones de uranio giraron a toda velocidad, y no soy el único en el proyecto. 500 soldados viajando al futuro.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Abrumada – Sergio Gaut vel Hartman & Raquel Sequeiro


Elvira percibió el aroma del cedro y sintió la necesidad de correr hasta el pie de los acantilados, donde estaba la tumba de Esteban, cubierta de polvo y piedras. Sabría que, una vez allí, no podría evitar el llanto, el abrumador peso de las cosas perdidas, el fracaso, los detalles de una vida en común peleándose entre sí para forzarla a elegir un recuerdo, como si pudiera existir uno más importante que los otros. El acantilado estaba allí, pensó Elvira, y no pudo evitarlo. Se quejó en las profundidades de su desdicha, reflotando su cuerpo misteriosamente. Samuel y Marcos la secaron con una toalla; el viaje en barco sería largo, pero siempre estarían, de eso estaba segura, y encontró el mejor instante que poseía: el presente, el ahora, sus nietos hablando con la camarera; sonrió y se perdió entre las mesas, tan silenciosa y hermosa como una ninfa.

Los egiptonautas. Viaje durante un período orbital

Los egiptonautas. Viaje durante un período orbital- Raquel Sequeiro

-Estaba programado.
-¿Para qué?
-Para funcionar con etanol.
Se rascó la cabeza desnuda, dubitativo. No conocía a ninguno que funcionara con etanol. El marcador de flujo en la espalda del autómata estaba en 60. Observó el brillo metálico de los ojos y le colocó la cabeza hierática, absolutamente pletórico; por oposición, Nefertosi se reclinó con tranquilidad en una silla, al fondo de la enorme sala.
-¿Has visto esto? -preguntó Apofis.
-¿Qué es?
Apofis había encontrado algo entre los trastos viejos de la antigua oficina del nomarca Amesovet.
-Habla de un aquelarre -explicó, inclinado sobre el libro.
Nefertosi se acercó. La peluca olía a incienso fresco.
-¿Brujas? ¿Qué es eso?
-No lo sé, querida Nefertosi, pero se juntan en claros de luna en un tradicional juego. Veneraban a Akerbeltz.
-Una completa tumba egipcia.


Estatua. Fernando Andrés Puga & Raquel Sequeiro

Estatua - Fernando Andrés Puga & Raquel Sequeiro

Poseidón está sentado en el trono. La ninfa, arrodillada a sus pies, apoya la cabeza sobre la falda del dios. La mano derecha del señor de los mares descansa sobre la cabeza de la ninfa que, a juzgar por las arrugas de la túnica que la cubre y la languidez con que caen sus cabellos, parece recién salida de las aguas. Uno de sus senos asoma entre los pliegues.
Cuando noté que Poseidón movía la mano, me sobresalté. No pensé que fuera a tocarme así, tal y como lo hizo.
Me deshice en agua y un llanto confuso brotó de mi garganta. ¿Por qué lo prefiere a él y no a mí? ¡Oh, el mordisco de los celos.! Perseo, Poseidón, su tridente... Vagaban en ese minúsculo recéptaculo de amor por una górgona. Lamenté no ser una estatua, que, incipiente, brotase del mar, con ese seno descubierto y una espada.


Desert Earth

 Una basta extensión de tierra quedaba frente a sus ojos. Pompeya, la inmensa ciudad de los rascacielos pomposos y las limusinas fúnebres.
-¿Te ha dicho algo el psiquiatra, Katerina?
Katerina resopló. El calor hacía que le chorreara el sudor por el pecho, bajo el traje de época.
-Querida, no era necesaria tanta parafernalia.
-Tú que sabrás. Mira.- Katerina quedo absorta, embaucada por las luces, la música y los fuegos artificiales.
-Pompeya ya no es lo que era -comentó su partenaire-. Solía tener el brillo de una diosa.
-Una diosa pagana, querido, eso es lo que es Pompeya.
-Desde que cayeron los cultos al dios Cernnuno, me maravilla. Es tan necesario que llueva.
-¿Y a qué viene eso ahora? –Katerina frunció el ceño. Observó a los bailarines ilusionada.
-Es un desierto, querida.
Katerina obvió el tema de los hologramas, desconectó los implantes y salió de la casa.




miércoles, 23 de julio de 2014

El edificio más grande del mundo

(c) Raquel Sequeiro, 2013.


Lady Melocotón tiene la piel de suave cristal. Lady Melocotón sobrevuela la ciudad con Superplátano y Alfalfa Joya. Lady es tan bonita como una sirena de cuento y se enjuaga las lágrimas con un barro mágico que los Idus de Marzo trajeron. Todos ellos son ahora viejos superhéroes de Ciudad Mermelada y todos han seguido hace poquito el pasillo de baldosas amarillas, buscando cada uno en este mundo mágico la melaza de sus savias. Archisabido es, que ellos: Superplátano y Alfalfa Joya no cuentan con combustible de primera generación, ya no procrean ni hacen sangría de mezclas acuáticas. Ahora, solo se dedican a estirar la piel de los edificios hasta lograr uno que toque el cielo. Necesitan sustraer a Lady Melocotón de sus continuos divagues celestiales. Ya es la décima estrella que ella incinera; las utiliza como espejos para preguntar:
¿Quién es la más frágil y suave del Cosmos?


(c) Raquel Sequeiro con Ana Caliyuri



sábado, 21 de diciembre de 2013

Nocturnos

Mi nuevo vecino está soñando. Lo sé porque yo sueño con él. O, mejor dicho, yo lo sueño. El consorcio no sabe nada. Sospecho que de enterarse buscarían la manera de subir las expensas. El edificio se valoriza por ser la clara inventiva de hombres que nunca despiertan. Cualidad que los turistas valoran mucho, según parece. Nunca despiertan porque están conectados a máquinas y electrodos que dominan sus pensamientos y, en la casi realidad del sueño, se juzgan despiertos. Son ahora los turistas los que están dormidos, deambulando dentro de los sueños de los hombres que nunca despiertan. Camelia deja el equipaje. Es un símbolo de la crudeza del lugar, del suelo ajedrezado que la deja insomne. En realidad, todos están dormidos, pero nunca duermen: sueñan, aunque es real el sueño, y la pequeña niña llega con su bolsa de fin de semana, y desconecta los electrodos, y todos esos hombres que sueñan están a punto de dormir.
 -No puedes despertarlos –dice a su lado su padre.- No terminarían de crecer, se corromperían. Protesta Camelia, diciendo que cualquiera está dormido, huéspedes o inquilinos, todo el mundo sueña.

Me despierto, enciendo la luz de la mesita. Veo a mi novio desnudo a través de la puerta del baño. Nunca fuimos normales. Ahora nadie sabe que sueña, sólo sé que Rudolf Arthur Jenckins era el mejor alquimista del mundo.

 Alejandro Bentivoglio & Raquel Sequeiro

domingo, 3 de noviembre de 2013

Hojalatas End (Volviendo de Oz)


en el final del mundo, cuando ya no podía encontrar nada más, se alzó una roca gigantesca. Tenía boca y ojos y hablaba con un corazón de hojalata incrustado en el centro. Debía medir unos cuarenta pies. Por un momento creí que podría devorarme. Se limitó a contarme que, detrás de todas las montañas metálicas, había un mundo nuevo.
-¿Nuevo? -pregunté.
-A veces lo nuevo asusta -dijo.
Yo observaba el corazón metálico, que, al bombear, recreaba esos sonidos enigmáticos. Todos esos crash y crus y bis y tizssss... todos esos sonidos tan escasos como diferentes, abstraído por completo de mis pies y los ladrillos amarillos.
 -¿No  te parece infantil?
-¿La historia?Mucho. Pero todas las historias van hacia algún lugar y no son siempre para niños o adultos, en ocasiones se mezclan tantas equivalencias con la rutina que nadie puede decidir con imparcialidad si dejarlas de este o aqueste lado, esa es la virtud.
-¿La virtud de qué? -pregunté, inocente como un querubín.
-Pues no sé... la fina línea que separa los cuentos del relato para adultos; síguela y tal vez te encuentres en un motel de carretera.
A punto de protestar intuí que aquel ingenio exraterrestre tenía los días contados.

viernes, 1 de noviembre de 2013

MARY POP

Mary no estaba en su casa. Mary no estaba en el tejado. Mary no estaba con el gato. Mary dejó de
estar ensangrentada, la ensangrentada Mary. Mary dejó el paraguas al entrar, el suelo resbaladizo por
la lluvia, mojado por el agua, el agua del paraguas escurriendo calle abajo. La cabeza de la
atolondrada Mary con los cabellos empapados.
No, Mary no estaba en su ataúd, la pobre Mary. Con sus uñas afiladas. Aquí no no hay niños, Mary, delante del espejo se puede pronunciar su nombre. ¿A qué vamos a jugar para justificarnos? La inocencia es el primer lastre que se abandona, oh, Mary, es que ya no hay caras felices. Pero creo lo sabías.
Tarde o temprano anochece.

Raquel Sequeiro & Alejandro Bentivoglio

Μινόταυρος (Beautiful Things)

Terminaron por sentirse doblegados, hundidos y cercenados, terminaron por copiarse las palabras los juegos y los infames pensamientos, terminaron embarullados en el principio que no era otro
que el mismo principio de siempre igual de confuso. Terminaron atrapados entre cuerdas, entre saltos al vacío y explicaciones demasiado tontas. Terminaron perdidos, casi sin saber cómo mirarse. Terminaron tomados de las manos, corriendo siempre hacia diferentes amaneceres, cada cual más brillante.


Raquel Sequeiro & Alejandro Bentivoglio

Soy un libro


En el anaquel se la izquierda está ese libro avejentado que yo escondí entre todos los libros que quedan en el mundo. La guerra fría se llevó todos a un bunker, incluso a mis hijos, a los hijos de mis hijos y a los hijos de los hijos de mis hijos. He vuelto a ser un árbol frondoso. Los habitantes de las islas se recuestan en mis ramas y, antes de dormir, abren un libro.

El plagio del juez

Mijael Oh, crítico literario de la Editorial Ibrahim que convoca, está preso en La Isla. El juez del caso presentó una novela a concurso que, según Oh se basa en historias apócrifas del texto hebreo arameo del Tanaj. El juez Roggio dice que la trama de su novela es falsa y que el crítico miente. Agrega que él no sabe leer hebreo arameo, mal podría haberlo plagiado. La noticia toma lugar en los medios periodísticos, en las redes y por supuesto en los círculos literarios. Mijael está preso en La Isla, con la falsa novela del juez por compañía.
—¿Por qué falsa? —pregunta su compañero de celda.
—Ni yo lo sé —responde Mijael—…para defenderse de mi acusación y confundirnos.
Una cámara suscita su atención: están siendo grabados. Yamnia, la periodista, se queja del frío que hace en todas las habitaciones.

Ada Inés Lerner & Raquel Sequeiro