lunes, 21 de noviembre de 2016

Desert Earth

 Una basta extensión de tierra quedaba frente a sus ojos. Pompeya, la inmensa ciudad de los rascacielos pomposos y las limusinas fúnebres.
-¿Te ha dicho algo el psiquiatra, Katerina?
Katerina resopló. El calor hacía que le chorreara el sudor por el pecho, bajo el traje de época.
-Querida, no era necesaria tanta parafernalia.
-Tú que sabrás. Mira.- Katerina quedo absorta, embaucada por las luces, la música y los fuegos artificiales.
-Pompeya ya no es lo que era -comentó su partenaire-. Solía tener el brillo de una diosa.
-Una diosa pagana, querido, eso es lo que es Pompeya.
-Desde que cayeron los cultos al dios Cernnuno, me maravilla. Es tan necesario que llueva.
-¿Y a qué viene eso ahora? –Katerina frunció el ceño. Observó a los bailarines ilusionada.
-Es un desierto, querida.
Katerina obvió el tema de los hologramas, desconectó los implantes y salió de la casa.




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