lunes, 21 de noviembre de 2016

Abrumada – Sergio Gaut vel Hartman & Raquel Sequeiro


Elvira percibió el aroma del cedro y sintió la necesidad de correr hasta el pie de los acantilados, donde estaba la tumba de Esteban, cubierta de polvo y piedras. Sabría que, una vez allí, no podría evitar el llanto, el abrumador peso de las cosas perdidas, el fracaso, los detalles de una vida en común peleándose entre sí para forzarla a elegir un recuerdo, como si pudiera existir uno más importante que los otros. El acantilado estaba allí, pensó Elvira, y no pudo evitarlo. Se quejó en las profundidades de su desdicha, reflotando su cuerpo misteriosamente. Samuel y Marcos la secaron con una toalla; el viaje en barco sería largo, pero siempre estarían, de eso estaba segura, y encontró el mejor instante que poseía: el presente, el ahora, sus nietos hablando con la camarera; sonrió y se perdió entre las mesas, tan silenciosa y hermosa como una ninfa.

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