domingo, 28 de enero de 2018

La Puerta al Infierno

-Encontré la puerta al infierno -dijo Bruns.
-¿Dónde estaba?
-En el jardín de infantes.
-¿Estaba cerrada?
-No me fijé, había mucho pegote. Ya sabes, tenía dulce en el picaporte, mucho polvo de galletitas, plastilina. La habían marcado con crayones.
-¿Símbolos satánicos?
-Algo sobre ese dinosaurio violeta, el de la televisión. Y algo sobre Bob Esponja, estaba en latín, no pude entender mucho. Hay desapariciones - divagó Bruns-. Y roturas de nariz, magulladuras y algún golpe; lo saben bien los de la Policía científica. Pude ler incrustada la frase Infierno de Nada, bastante borrosa y embadurnada de azucar rosa.
– Vamos, creo que no va a gustarle -dijo Mathews, rememorando la última vez que entró en el infierno con la escolopendra gigante, en aquel lugar donde había cientos de caballitos de madera, dispuestos a arder. El niño de ojos blancos protestó: volverían a pinchar a su precioso caballito.



Alejandro Bentivoglio & Raquel Sequeiro


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