Los coptos nos tienen acorralados, los egipcios no nos dan tregua, los
sumerios se han despertado de su largo sueño… No sabemos cómo nos
hundimos en esta cueva y todos los otros nos persiguen sin poder guardar
aliento. Ahora, encerrados sin alimento, nos dedicamos a hacer dibujos
en las paredes.
—¡Mira qué bonito le salió el búfalo al nene! —gritaste eufórica.
—Sí, sí. Muy bonito. Lástima que no sirva para llenar nuestros estómagos —contesté sarcástico.
—¿Ah, no? Ven, acércate. Dale un mordisco. Está un poco duro, pero dadas las circunstancias...
Cuando finalmente lograron entrar las hordas salvajes, no pudieron
distinguirnos entre las pinturas estampadas sobre la roca. El camuflaje
resultó perfecto y sospecho que nosotros viviremos por siempre, o al
menos hasta que la cueva se derrumbe por efecto de alguna catástrofe.
Ellos, en cambio, serán presa fácil de los depredadores que acechan a la
sombra de los riscos.
Raquel Sequeiro & Fernando Puga
No hay comentarios:
Publicar un comentario