domingo, 3 de noviembre de 2013

Hojalatas End (Volviendo de Oz)


en el final del mundo, cuando ya no podía encontrar nada más, se alzó una roca gigantesca. Tenía boca y ojos y hablaba con un corazón de hojalata incrustado en el centro. Debía medir unos cuarenta pies. Por un momento creí que podría devorarme. Se limitó a contarme que, detrás de todas las montañas metálicas, había un mundo nuevo.
-¿Nuevo? -pregunté.
-A veces lo nuevo asusta -dijo.
Yo observaba el corazón metálico, que, al bombear, recreaba esos sonidos enigmáticos. Todos esos crash y crus y bis y tizssss... todos esos sonidos tan escasos como diferentes, abstraído por completo de mis pies y los ladrillos amarillos.
 -¿No  te parece infantil?
-¿La historia?Mucho. Pero todas las historias van hacia algún lugar y no son siempre para niños o adultos, en ocasiones se mezclan tantas equivalencias con la rutina que nadie puede decidir con imparcialidad si dejarlas de este o aqueste lado, esa es la virtud.
-¿La virtud de qué? -pregunté, inocente como un querubín.
-Pues no sé... la fina línea que separa los cuentos del relato para adultos; síguela y tal vez te encuentres en un motel de carretera.
A punto de protestar intuí que aquel ingenio exraterrestre tenía los días contados.

1 comentario:

  1. A veces hay que ver y escuchar con otros ojos y oídos, excelente relato Raquel.
    Ojala que estos encuentros pudieran ser más a menudo
    un abrazo
    cariños

    ResponderEliminar